viernes, 11 de noviembre de 2011

Nuestras Manos

Mi mano se acerca a la tuya.
Reconozco cada falange,
cada huella digital
que tocó mi cuerpo
pero que se imprimieron en mi alma.

Recorro tu palma y tus dedos,
las pequeñas arrugas nada me descifran
y las líneas de la vida
me esconden tu secreto
pero lo acepto.

Dame tu mano e intentaré
curar tus heridas:
de amores pasados,
de orgullo hecho trizas,
de abandono paterno,
de haber callado lo más preciado.

Toma mi mano y ayúdame:
a esperar contra toda desesperanza,
a vencer el pesimismo
que me impone el cansancio,
las ausencias con su insomnio
a las palmas mostradas en rechazo.

Ahora te tomo con mis dos manos
y te acuno, mi bebé de dos años.
De desolaciones, de eso si sé.
Me desespero por volver el tiempo atrás
y así tal vez, evitar la cachetada de los afectos.

Ten en cuenta:
Mi mano no te suelta
que la tuya no se desprenda.
Compartamos la presión de una piel sobre otra,
de vida agrietada, transpirada o reseca.

Mañana: cuando no haya manos cerca,
no sucumbas por la angustia en la agonía.
Frota tus callos de años transcurridos,
sonríete y abre tus palmas.
Agárrate: tiraré de ellas.








Álvaro M. Pino Coviello

No hay comentarios: