¿Alguien ha visto alguna vez un oratorio de ceniza brillante?
¿Alguien ha rezado cabeza para abajo?
Les digo que este antigal es el lugar perfecto para meditar
en cualquier posición.
Y este cráter, suavemente cóncavo, es cabalito para suspenderse con los hombros y los pies.
Es lamentable no tener a mano una brizna para mascar
mientras se mira el infinito.
Pero no hay verdor aquí. Ni nada que invite a los sentidos
a inflamarse con la vida.
Uno puede frotar tranquilamente la planta de su pie
contra la piedra porosa y aliviar sus asperezas,
pero con cuidado para no rebotar como un canguro.
Si eso sucede, conviene hacer el movimiento perfecto de un nadador,
zambullirse y volver a la superficie,
caer de pie y hacer saltos de rana.
... ...
También hay que tener cuidado al cantar o al decir algo.
No oye, uno, su voz en ese instante
pero de pronto, cuando menos se espera
en otro lugar, en otro momento
nuestra propia canción y nuestras palabras se aparecen de golpe
chillando, como demonios, en un cráter.
Mi pasatiempo preferido es mirar a la Tierra en el espacio...
Desde la Luna, ¡claro!
En fin, después de orar voy a danzar un poco.
Es verdad, ya no soy un junco
pero no hay indolencia aquí, y la gracia
no es privilegio exclusivo de los bejucos y los ciervos.
Voy a hacer una Tumba l’olla
entre los grandes canales de Hyginus.
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