lunes, 20 de abril de 2009

Sentía lo Mismo (legado de Amor y de Sombra; Isabel Allende) Ale J. Pardo

Sentía algo muy parecido, por no confesar que sentía exactamente lo mismo. Realmente lo mismo, de día, tranquilamente levantado, con la ducha caliente cayendo sobre mi espalda.
Era domingo al mediodía de un sábado de lectura hasta tarde, nada más. Había dejado estratégicamente el final del libro para esa mañana en honor a la intriga que supo generarme la autora a lo largo de su relato. Diez, quince páginas pendientes habrán quedado reposando en el suelo junto a mi cama.

Isabel Allende era para mí sólo un nombre. No representaba una escritora que por el momento resulta agradable y astuta como zorro da la cordillera. No tenía ni idea de esa capacidad de dejar las situaciones tibiamente inconclusas para que tragara en menos de tres días De Amor y de Sombra.
La historia había llegado a mis manos luego de un viernes con demasiado tiempo libre. El recuerdo de un beso chileno, tibio y tímido pero dulce de alegría inclinaron la balanza a la hora de decidir la próxima lectura. A ver que pasa con esto. Desconfiado aventuré a leer la reseña de la contratapa. “Historia de amor” y en algún que otro lado mencionaba la palabra mediocridad (o un sinónimo igual de contundente) y dos nombres. Francisco, él; Irene, ella. No puede fallar.
Pasó el viernes y el libro iba bastante bien. Luego de un comienzo al cual tuve que darle una oportunidad más, llegué a un punto de la tarde en que una invitación fue imposible de rechazar. Ahí quedó, menos de un cuarto de libro de una historia que comenzaba a tomar forma, digamos mejor formita, ya que los verdaderos hechos todavía estaban alguna que otra página más adelante.
Entonces como no podría ser de otra manera la tarde tomó su curso de viernes de vacación. Aceleró su marcha y terminó espumante a las 6 am con un estómago cuidadosamente cuidado. Sábado, día del partido, y las ansias se hacían ver, o mejor dicho escuchar en las tribuneras canciones de impaciencia.
El día amaneció como cualquier otro, lo cual era un buen síntoma. Almuerzo, y esas inconfundibles ganas de seguir con aquella historia del país vecino que tanto parecía tener en común con la que alguna vez pudo haber vivido algún conocido. ¿Por qué no? Hoja tras hoja se fue desvaneciendo el libro en mis manos. Frase tras frase la autora dejaba en claro sus cuestiones de rechazo y repugnancia pero eso no me perturbaba. Ahí, entre tanta descripción cruda, tanto realismo triste, tantas ansias de final feliz había una historia apasionante que atrapa por sus idas constantes, por su paisaje social tan bien dibujado, por su proximidad alarmante: unos años y alguna que otra montaña de diferencia, nada más.
Esa tarde era el partido, efectivamente. La lectura se suspendió reglamentariamente y nada quedó dando vueltas en una cabeza que tenía por seguro que su equipo no quería ganar ese partido. Tan lejos había estado de su rendimiento promedio que desconfié de esos once jugadores y de ese técnico que parecía tranquilo. El desarrollo es anecdótico y poco entretenido, pero había algo que se aplomaba en el razonar de mi cabeza, la desconfianza.
Tantos embrollos y conspiraciones chilenas habían sacudido mi dosis interna de paranoia. ¿O era justamente todo lo contrario lo que me dominaba? ¿Era aquello o esto? Sentía lo mismo. Habían pasado varias horas de sólo lectura así que adjudiqué ese pensamiento porfiado a las tramoyas de la Guardia Nacional del país vecino. Claro, mi equipo no ganó, pero tampoco perdió y juzgando fríamente el resultado podía contentarme de no volver a ser tapa de diario, de no volver a caer en la espuma y el maquillaje de la televisión y su pronta desviación del objetivo que ese grupo de jugadores parecían tener bien en claro. Buen resultado que mermará los platillos y los reflectores pero que no podrá acabar nunca con los bombos y las trompetas.
Tras esa cena retornó la lectura. No había sueño a la vista y quedaba cerca de un cuarto de libro. Por su parte la historia atrapaba, y el amor ya establecido parecía complicarse pero para nada se veía amenazado de tantos y tantos peligros que lo rodeaban. Irene era hermosa, podía imaginarla a gusto y semejanza de quien quisiera y así lo hice. De eso se trata la literatura creo yo. Francisco pudo haber llegado a ser un buen compañero, aunque tarde o temprano habría de terminar enamorándome de su amada compañera, hermana, amante y amiga. Así que mejor que no los conozco.
Llegando al final, decidí parar. Dejé todo listo para terminar la historia por la mañana, mientras el fresco o el calor, entrara por la ventana y limpiara un poco el cuarto ahora mucho más oscuro y mítico que de costumbre.
A las nueve y cuarto sonó el reloj ARRIBA, FIRME CARAJO. Pero en un ataque de rebeldía digna de los Leal trasladé la hora de la alarma cuarenta y cinco minutos más allá en el tiempo. Tenía sueño realmente y quería seguir en el calor de la cama. Quizás ahora sí sueñe con la Irene real, la mía, la que dio vida a la Irene de Francisco. Nada de eso pasó. Al despertar oriné tranquilamente, me cepille vagamente los dientes y volví a la cama para terminar lo que había comenzado.
Antes de que terminara la historia que ya no me sorprendía mi hermano me preguntó lo siguiente de forma apresurada: “con quien hablabas anoche? A que hora volviste? No estabas con alguien a eso de las 4 am? Porque yo oí hablar a alguien. A una chica y pensé que estabas con alguien”. Le respondí de una sola vez que nada de eso había ocurrido, al menos que yo recordara. Con el transcurso de las horas del día, adiviné que esas voces eran de Francisco e Irene que descansaban en la terraza junto a mi dormitorio mientras yo les preparaba café caliente y algunos bollos tostados con manteca y dulce para abolir el frío cordillerano.
El libro terminó, me inundó un hambre voraz de algo. Comida, otro libro, otra historia, la parte que continúa, lo que sea. Estaba ansioso, mi cabeza se aceleraba y los pensamientos fluían uno tras otros. Siento lo mismo, repetí para mis adentros. Decidí bañarme.Bajo la ducha lavé mis brazos tratando de sacar la tierra de la maldita mina de Los Riscos. Pude ver como el agua amarrontada se iba despacio por la cañería y se mezclaba con los pelos inconfundibles de Evangelina. Maldije la dictadura, el proceso de organización nacional Nacional y lloré cuatro segundos por los Franciscos, las Irenes, los Leales, los Gustavos, las Beatrices, los chilenos, los argentinos, los pueruanos, los bolivianos, los... Ahí me dí cuenta. Siento lo mismo: El perro dormía bajo el haz de luz que le otorgaba el vació entre el techo y la pared, el agua rebotaba con ritmo en mi espalda y se acoplaba sin inconvenientes a la música de la ducha en su totalidad. El viento fresco entraba por la ventana y salía por la puerta abierta dando un escalofríos dignos de doña Hilda. El jabón era parte de mi mano como yo de la bañera como el baño de la casa y como esta del barrio, para ponerle un fin meramente narrable y sobre todo, soportable. Sentía lo mismo. Estaba excitado y no de calentura ni de amor, de alegría quizás, de algo, de algún fuego sagrado que había nacido otra vez por la delicia de comer lectura de enrome sabor y atrapante textura.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente...cada descripción tuya... detenida... profunda... los instantes puden tener gusto a eternidad y vos sabés cómo hacerlo... si querés que lea el libro, ya me convenciste, nuca leí un comentario así, que nazca de la misma narrativa allendana, si solo compartís tus vivencias... gracias por dejarnos entrar en tus días. Marcelino

Anónimo dijo...

hola ale, somo flor y romi, las chikas con las q estabas charlando hoy en la libreria... tus compañeras d psicologia... sabes quienes? buen en fin... q hermoso lo q escribis... muy frundo y muy cierto a la vez... te felicitamos... no somos muy buenas escribiendo ja... pero no queriamos dejar de felicitarte y decirte q es muy lind todo lo q escribis, especialmente el de "mocosita" q lindoo!!, bueno ale nos vemos, ah te dejamos nuestros msn x cualquier cosa (asi nos ayudas hacer los speech) jaa. romy_la22_89@hotmail.com y flor_juje@hotmail.com.
un besoo!

Lucila Lastero dijo...

Excelente relato sobre una experiencia de lectura. Un texto literario que surge a partir de otro. Muy bien.