Con
sólo dos manos el Titiritero mayor del cielo, con una maraña de hilos, manejaba
habilidosamente a cada uno de los seres del universo. Cada tiempo, por el uso,
se cortaban algunos piolines, y los hombres dejaban de funcionar, reemplazados
por otros infantes que daban menos trabajo. Daba la impresión de que el
Titiritero se había olvidado del mundo, abandonándolo. Ahora hay tanto enredo
en la madeja que hasta los hombres se desconocen como hermanos.
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