Una flor que aroma una hoja de rueda
un ave que canta, el azul de un mar,
un río que murmura, un trigar que crece,
un beso materno, un dulce mirar.
El ritmo del agua, la queja del viento,
un claro de luna, un sol tropical;
la nube que pasa, la ausencia, el silencio,
la luz del crepúsculo, un soplo auroral.
Un grato recuerdo, una aguda pena,
la música, el canto, dos labios en flor
la risa de un niño, la dulce caricia
de unos ojos bellos, que hablen de amor.
Todo: el movimiento, la quietud, el vértigo
la vida, la muerte, la dicha, el dolor,
el odio que a veces se infiltra en el alma,
se troca hay momentos, en soplo creador.
Vibra el pensamiento, se emociona, vuela;
la sangre en la arteria al correr borbota;
se aduerme el espíritu, el alma se expande
y el cerebro vierte la idea que brota.
La mente es entonces rosal que florece
riego fecundante la imaginación,
el corazón fuente desde donde fluye
la esencia exquisita de la inspiración.
Autora: Pilar E. Barrios
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